sábado, 27 de abril de 2013

3. Dejémonos en paz, pero despacio

Dejemos de matarnos.
Lento, muy lento. A la velocidad de las agujas de un reloj parado.
Pero no me dejes vivir tan de golpe, que me he acostumbrado a estar muriendo cada día un poquito.
Cada minuto que pasa es un minuto que pesa.
Encima ahora me entero de que vuelves a existir, ahora, pero no aquí.
Y ya entonces es cuándo no puedo. Ya no aguanto más.

No,
más
no,
por favor.

Que aún tengo mucha vida, que puedes quitármela como tú quieras. Te la regalé aquél maldito día.
Pero ahora me niego a dártela.
Que vale mucho menos de lo que te mereces, pero aún así, es mía.
Y cuándo tú eras mía, decía muchas tonterías.
Igual que tú con tus

"te
quie
ro"

Entre comillas. Con muchas comillas.



lunes, 22 de abril de 2013

2. Guárdeme su silencio

Guárdese el silencio. Guárdelo en lo más profundo de su voz.
Diga miles de palabras, cree oraciones y relatos. Escriba textos, libros, poesía, poemas, y alguna canción desesperada. No deje jamás de hablar, cantar ni escribir. 

Pero eso sí, guárdeme su silencio.

Exprima su corazón en tinta. Que todo el día piense en letras y conjunciones, que el verbo sea su más íntimo amigo. No pare de decir toda la verdad, aunque sea mentira. No pare de mentir verdades. 
Exprese su opinión, escriba criticas y cartas al autor, de recomendación, formales e informales.
Sms, emails, ... todo vale en esta era tecnológica. Nunca aquiete su voz, aunque a los demás no les importe lo que usted diga. Permítase el lujo de juzgar todo, de dar su verdad ante todo. Ante la injusticia de este mundo, la crisis mundial, el parón energético, la capa de ozono y sobre los macarrones con tomate.

Que siempre tenga una palabra en la boca y una frase en la mente.

Y cuando crea, cuando esté completamente segura , señorita, de que no tiene más que decir, de que ya lo ha dicho todo, de que no existen más palabras que combinar ni mas oraciones que formar, ofrézcame su silencio.

Porque únicamente, en ese justo momento de toda su verbosa vida, dejará de hablar con el cerebro, y empezará a hablar con el corazón,

escriba poesía entonces.


jueves, 18 de abril de 2013

1. Una tercera parte

Y me vuelvo a caer en tu recuerdo que me mira, desde arriba, todo negro. Como cuervos, que por mucho que no intentes criar, acabarán sacándote los ojos. Porque aún tengo guardado en mi parte trocitos de la tuya. 

Porque tenías esa ridícula manía de oler tan bien, de sonreír tan bien, de existir tan bien.

Amor, los principios siempre son difíciles, me decías. Sí, son difíciles, sobre todo si no esperas un final; si no crees que pueda existir un final. Un final que nunca llega, porque en realidad siempre ha estado allí.

Empezar algo siempre es el principio de un fin. De una ruptura, de una despedida. De un adiós esperando a pronunciarse, de una última mirada, de unos próximos besos en la mejilla. Cómo duelen esos besos dados en mal sitio. 
Tus besos tienen su sitio, y darlos fuera de los labios me parece una falta de respeto.

Si tu parte se hubiera desprendido un poquito, tan sólo una pizca más de la mía, esos besos, que no son besos, que son puñaladas, dolerían menos. Y como ya no me queda más sangre, querida, prefiero irme. Darme a otra. A otra que no conozca. Otra que invente solo para mí. Otra que no pueda besar, ni sentir, ni mentir.

Porque tu parte se quedó incrustada en la mía hace mucho tiempo, cuando solías oler tan bien. 
Porque la mía sin la tuya no era. Y la tuya, sin la mía, nunca cesó de ser.

Dejé de ser niño contigo, y eso no se lo consiento a nadie. Por eso, si me lo permites, creo que dejaré paso a una que no sea ni la tuya ni la mía. Una diferente, un contrapunto, una tercera parte.