jueves, 23 de mayo de 2013

5. El primer día de cole.

A bonitas oscuras ciénagas empapeladas con pegatinas florales fuimos a parar de pequeños, cuando nuestras madres, las que tanto decían querernos, nos obsequian con una mochilita con forma de oso, tamaño yo pequeño, y con mucha ilusión y una sonrisa, ocultando una por fín ansiada paz, nos dicen:
 "¡Hoy empiezas el primer día de cole!"

El primer día de cole... el día que se supone primero de toda una larga y tediosa sucesión de madrugones, tarde de estudio, nervios antes los exámenes, números, letras, números que luego son letras y un sinfín de cosas que aún espero utilizar para algo algún día.

Ese lugar en que las sillas están al revés y sobre las mesas por la mañana y, que al acabar el día, hay una troupe de mocosos resbaladizos y cabezones saliendo entre tropiezos, achuchones y gritos por unas puertas que nunca abren del todo.

Si, bueno, y también está ella, pero de eso no trata hoy el tema.

El sitio de las sillas al revés y los cabezones gritones se manifiesta como un vinculo directo a la enseñanza y a la educación. Y es verdad que te enseñan muchas cosas.

Te enseñan a sumar, a leer, a saber que pasó en el mundo o que se espera que pase. Los más avispados incluso aprenden alguna forma de conseguir dinero.

Y ahí estaba yo con ocho años, mirando al que manda diciendo que no sabemos nada, que en ese eufemismo de prisión se empieza de cero, con el cerebro en blanco y que lo poco que sabemos son cosas inútiles que no nos servirán en un futuro. 

De esa misma persona con corbata aprendí que Sully era negra, que era diferente al resto. ¡Y eso que yo la veía a diario! Pero me parecía tan normal como las demás chicas. También aprendí que a las personas mayores hay que hablarles con respeto y nunca reírse de ellas. ¡Vaya! con lo que se reía mi abuelo cuando me metía con él al decirle que como era un abuelillo no me ganaba a las carreras. Incluso aprendí que en el mundo existían guerras y la gente, incluso padres como el mío, morían por defender un trapo atado a un mástil; lloré muchísimo por personas que ni siquiera conocía ni conoceré nunca.

Ojalá me hubieran enseñado a desaprender. A librarme de toda la basura que me rodea y seguir sin saber que hay personas diferentes al resto, que mi abuelo puede seguir riéndose conmigo y que la gente valora más su vida que una ondeante, sin vida y ridícula bandera.

Fdo: El niño aprendió (a sufrir) sin dar su consentimiento.


2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho y me identifico totalmente contigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, quisiera saber donde encontraste mi blog :)

      Eliminar